Sumérgete en la belleza sublime de esta playa.

La playa, una joya escondida en el Parque Nacional Mochima, se anida en una ensenada única, resguardada por una imponente pared de piedra. Como un escultor, el mar ha cincelado las orillas de esta inmensa pared, dejando al descubierto la huella del tiempo y la fuerza indómita de la naturaleza. La inmensidad de aquellos acantilados, que se yerguen desafiantes ante el mar, y la paleta cromática que se despliega en su encuentro, crean un panorama de una belleza sublime que invita a la contemplación.

Los matices de las aguas de Manare se despliegan en un suave degradé, desde el intenso índigo de sus profundidades hasta el luminoso turquesa de sus aguas más someras. Sus aguas tranquilas y poco profundas, con una suave arena blanca, la convierten en el lugar perfecto para que los niños jueguen y se diviertan sin preocupaciones. La ausencia de palmeras y vegetación que den sombra, crea un ambiente íntimo y natural, perfecto para conectar con la naturaleza, ideal para relajarse y disfrutar del sol de manera moderada. Para mayor comodidad, el restaurante renta sillas y sombrillas.

La ensenada de Manare esconde tesoros submarinos que esperan ser descubiertos por los amantes del buceo y el snorkel. Sus acantilados sumergidos ofrecen una rica biodiversidad, arrecifes vírgenes y paisajes submarinos de ensueño. A los lados de la playa, se alzan colinas rocosas, cubiertas de un manto espinoso de cardones y otras plantas xerófilas. Desde sus cimas, podrás aventurarte a descubrir una vista panorámica de la ensenada que te dejará sin aliento, un paisaje tan fascinante que merece ser fotografiado una y otra vez.