Castillo de Araya
Un Gigante de Piedra que Custodia la Historia de Venezuela
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Castillo de Araya
La Fortaleza que Dominó el Caribe: Secretos del Castillo de Araya
La Real Fortaleza de Santiago de Arroyo de Araya, más conocida como el Castillo de Araya, es un imponente bastión erigido por los españoles en el siglo XVII para salvaguardar la estratégica zona de las salinas de Araya, ubicadas al sur de la población homónima. Esta fortificación colonial, es una de las más antiguas de Venezuela, fue concebida como el primer escudo defensivo contra las constantes incursiones neerlandesas que buscaban controlar el lucrativo comercio salinero.
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La península de Araya, célebre por sus extensas lagunas salinas, fue revelada al mundo europeo a finales del siglo XV. Los exploradores Alonso Niño y Cristóbal Guerra, durante una expedición de reconocimiento entre 1499 y 1500, fueron los primeros en maravillarse ante la abundancia y belleza de estas salinas, que pronto se convertirían en un tesoro codiciado por las potencias coloniales.
La incorporación oficial de las salinas de Araya a la provincia de Cumaná tuvo lugar en 1569 bajo el gobierno de Diego Fernández de Serpa. Una primera explotación, realizada con una fuerza de trabajo mixta de españoles e indígenas, arrojó resultados sorprendentes: más de 4.000 fanegas de sal en apenas ocho días (se estima que una fanega podía equivaler a entre 75 y 125 kilogramos). No obstante, la explotación sistemática de estas salinas se vio truncada por diversos factores. La abundancia de sal en la metrópoli española, sumada a la prioridad otorgada a la lucrativa extracción de perlas en Cubagua, relegó a un segundo plano el potencial económico de las salinas de Araya.
Pedro Mártir de Anglería, humanista y cronista italiano al servicio de los Reyes Católicos de España, es conocido principalmente por su obra "De Orbe Novo", más conocida como "Las Décadas". Esta compilación de cartas y relatos constituye una de las primeras y más importantes fuentes sobre la conquista y colonización de América. En su afán por dar a conocer las maravillas del Nuevo Mundo, ofrece en su obra una auténtica joya literaria: su descripción de las salinas de Araya. Con la precisión de un científico y la sensibilidad de un poeta, el autor italiano invita a un viaje sensorial por este paisaje único, donde la naturaleza había esculpido un tesoro de incalculable valor. Para ilustrar la belleza y riqueza de las salinas de Araya, nada mejor que las propias palabras de Anglería, que dice textualmente:
"...En aquella playa de Paria hay una región llamada Haraya, que es notable por la fuerza de los vientos, empuja las aguas a una vasta planicie que hay allí junto y, saliendo el sol, cuando se tranquiliza el mar, se coagulan en blanquísima y óptima sal; y si acudieran allí pronto antes de que llueva, podrían cargarse cuantas naves surcaran el mar… "
La obra de Anglería, impresa en importantes centros de producción editorial como Venecia, Sevilla y Londres, facilitó su rápida difusión por Europa, contribuyendo a transmitir ampliamente la información sobre el gran valor de las salinas de Araya, despertando un gran interés en los europeos y, sobre todo, en los Países Bajos. Las cautivadoras descripciones de Anglería sobre las riquezas de Araya, no pasaron desapercibidas para los comerciantes holandeses. Impulsados por la promesa de grandes beneficios, estos emprendieron, a partir de 1599, expediciones a la península de Araya con el objetivo de explotar las valiosas salinas, un recurso vital para la preservación de alimentos y un motor económico fundamental en la Europa de la época.
La relevancia de las salinas de Araya trasciende las descripciones literarias. En una misiva dirigida al Rey de España el 13 de mayo de 1603, el Gobernador de Cumaná, Don Diego Suárez de Amaya, ofrece un detallado informe sobre estas valiosas posesiones de la Corona. En sus propias palabras dice:
“La dicha salina está a dos leguas de aquí en esta mi jurisdicción, y diez y siete del puerto de la Margarita; tiene de largo una buena legua, y está prolongada del Nordeste al Sudeste, y por lo más ancho tendrá de quinientos a seiscientos pasos... Y el puerto será capaz para estar surtos en él más de doscientos (se refiere a navíos); y desde el dicho puerto, que está al Oeste, asta la salina, ay quatrocientos (sic) y cincuenta pasos de los míos, de tierra llana y arenisca”.
En sus memorias, el mencionado gobernador proporciona una descripción detallada de las salinas, subrayando su importancia estratégica para el abastecimiento de la región y para el comercio marítimo. Esta información resulta fundamental para comprender la relevancia de las salinas en el contexto de la época. Citando textualmente al gobernador:
“Es tan abundante, y crece la sal con tanta fertilidad que, si pasado un mes de haber cargado trescientos navíos, volvieren otros tantos a cargar de la misma parte donde cargaron los primeros, hallarán tan crecida la sal como si nunca se hubiese tocado en ella”.
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La importancia estratégica de las salinas de Araya quedó clara para los holandeses, quienes las consideraban un recurso invaluable para su floreciente industria pesquera y de conservas de alimentos. Según la correspondencia oficial, el Capitán Daniel de Mugerol, fue el visionario que, desde un inicio, comprendió la inmensa riqueza que encerraban estas salinas, estableciendo un asentamiento holandés en 1599 y proclamándose gobernador en nombre de Mauricio de Nassau, el Conde holandés que gobernó las Provincias Unidas.
Los holandeses, al llegar a Araya, emprendieron una ambiciosa transformación de las salinas. Conocidos por su ingenio y eficiencia, construyeron una compleja infraestructura de canales, presas y molinos, optimizando la producción de sal. Asimismo, introdujeron innovadoras técnicas que elevaron significativamente los rendimientos, convirtiendo a Araya en uno de los principales centros de producción de sal de la época.
Inicialmente, los españoles adoptaron una actitud tolerante ante la presencia holandesa en Araya, quizás por desinterés o por la lejanía de la región con respecto a la corona española. Sin embargo, la creciente explotación de las salinas por parte de los neerlandeses y su desafío a la soberanía española, no pasaron desapercibidos. Unos años más tarde, el Rey Felipe IV, decidido a recuperar el control de las valiosas salinas, ordenó una expedición militar. El 19 de septiembre de 1605, una poderosa armada al mando de Don Luis de Fajardo zarpó de Lisboa con el objetivo encubierto de expulsar a los holandeses de Araya.
La expedición española, al hacer su aparición en las costas de Araya en 1606, se encontró con una flota holandesa desprevenida. Tras un breve, pero intenso, combate naval, ocho embarcaciones neerlandesas fueron apresadas. La victoria española fue contundente. Las instalaciones holandesas en tierra fueron arrasadas y sus ocupantes, tomados prisioneros. Muchos de ellos encontraron una trágica muerte en la horca, mientras que otros fueron enviados a los calabozos españoles.
Ante la persistente amenaza de piratas y comerciantes extranjeros que buscaban explotar las ricas salinas de Araya, la Junta de Guerra de Madrid tomó la crucial decisión de construir una fortaleza en la región. En 1622, se autorizó la construcción del Fuerte Santiago del Arroyo de Araya, más conocido como Castillo de Araya, con el objetivo de proteger este valioso recurso y garantizar la soberanía española en la zona.
En noviembre de 1622, una poderosa flota holandesa de 104 navíos, con la intención de interrumpir la construcción del fuerte y apoderarse de las ricas salinas, lanzó un feroz ataque contra Araya. Tras varios días de intensos bombardeos, los holandeses intentaron un asalto anfibio, pero fueron rechazados por las tropas españolas al mando del gobernador Arroyo. La batalla, una de las más cruentas del siglo XVII en América, culminó con la victoria española y la muerte del comandante holandés.
Bajo la dirección de Juan Bautista Antonelli, ingeniero militar italiano, al servicio de la Corona española, se inició en 1622 la construcción del Castillo de Araya y culminó en 1625. Este hecho marcó un hito trascendental en la arquitectura militar de América. Esta imponente fortaleza, la más grande y compleja de Venezuela, es un testimonio de la avanzada ingeniería española y de la importancia estratégica de las salinas de Araya.
A lo largo de su historia, el Castillo de Araya enfrentó numerosos desafíos naturales. En 1684, un fuerte terremoto sacudió su estructura, causando graves daños. Posteriormente, en 1725, un violento huracán azotó la región, inundando las salinas y provocando nuevos estragos en la fortaleza. Las poderosas olas, al penetrar tierra adentro, transformaron radicalmente el paisaje, convirtiendo el vital "lago de sal" en un extenso golfo. A pesar de estos embates de la naturaleza, el castillo resistió y perduró como testigo mudo de la historia.
La creciente decadencia del negocio de la sal y los elevados costos de mantenimiento de la fortaleza llevaron a la Corona española a tomar una drástica decisión: su demolición. En 1759, se ordenó la destrucción del Castillo de Araya, una tarea que se llevó a cabo en 1762 bajo las órdenes del gobernador de Cumaná, José Diguja Villagómez. A pesar de la inmensa cantidad de pólvora utilizada, la fortaleza resistió parcialmente a la voladura, pero su función defensiva quedó definitivamente anulada. Con esta acción, se puso fin a casi un siglo y medio de presencia militar española en Araya.
SERVICIOS EN EL CASTILLO DE ARAYA:
Consultar con la Guía Turística del Estado Sucre
Ubicación del Castillo de Araya:
Se encuentra en la población de Araya (Península de Araya), a orillas de la playa. Municipio Cruz Salmerón Acosta.
Descubre cómo llegar al Castillo de Araya:
Se puede llegar a esta península vía terrestre, tomando la Trocal 09 (carretera Cumaná-Carúpano), luego cruzar en Cariaco y luego tomar la carretera que conduce a Chacopata; también vía marítima, a través de “tapaítos” y otras embarcaciones que tardan tan solo 30 minutos en llegar a Manicuare desde la ciudad de Cumaná. También, desde Cumaná hay ferry y otras embarcaciones que llegan directamente a la población de Araya, la travesía dura aproximadamente 1 hora. Ver más detalles
Geolocalización:
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