Muchos días con sus noches han transcurrido desde que los nativos fueron sorprendidos por los colonizadores empeñados en apoderarse de los recursos que atesoraba este nuevo continente. A pesar de los sinsabores de tiempos de colonización, saqueo y resistencia indígena, hoy en día la ciudad de Cumaná relata por sí misma una historia consolidada a través de sus expresiones culturales, su exquisita gastronomía y sus recursos turísticos.

«¿Seguirá siendo tan limpio el cielo de Cumaná que podría ver a Dios?»

Narra la historia que esta singular pregunta se la hizo en su lecho de muerte Alexander Von Humboldt, aquel legendario explorador que, en una de sus tantas expediciones a tierras venezolanas, quedó enganchado a la generosidad del cielo cumanés. Allí, bajo la inmensa bóveda celestial, el naturalista alemán estudiaba la configuración estelar para dibujar sus rutas de navegación partiendo del Puerto de Las Perlas, como antaño se conocía a la primogénita de América.

Cumaná es como los viejos árboles; sigue de pie a pesar de los embates del tiempo. Es el centro poblado más antiguo que los colonizadores españoles establecieron en tierra firme americana; según documentos antiguos la fundación de Cumaná fue registrada el 27 de Noviembre del año 1515, por Fray Pedro de Córdoba, al considerarse un asiento misional con características de ciudad.

Es nutrida la historia de la creación de Cumaná. Cuentan los cronistas que fue fundada por lo menos cinco veces. Por eso la «Ciudad de Oro» también se conoció como Puerto de Las Perlas, Nueva Toledo y Nueva Córdoba, antes de ser bautizada por el conquistador Diego Fernández de Serpa como Cumaná, hoy capital del estado Sucre.

Ya había movida en Cumaná antes de la llegada de Cristóbal Colón al continente americano. Sus primeros habitantes fueron los aborígenes de la etnia Cumanagoto, pueblo nativo que ocupó una tierra de gracia atravesada de sur a norte por el río Chiribichií. Este nombre indígena permaneció en el tiempo hasta que los colonizadores decidieron renombrarlo como río Manzanares, evocando un cuerpo de agua dulce que atraviesa la ciudad española de Madrid.

El Castillo de San Antonio de la Eminencia «Monumento Histórico Nacional» es una antigua fortaleza construida para evitar la penetración de bandidos y piratas en busca de tesoros. Desde lo alto de la colina que soporta este remoto bastión, lugareños y visitantes pueden apreciar en todo su esplendor la Península de Araya, el Golfo de Cariaco y atractivas playas que bordean buena parte de una ciudad que, siglos atrás, se desprendió a la fuerza de sus riquezas naturales para abultar las arcas de la corona española. Entonces, el rédito del Rey era «El Quinto Real» o la quinta parte de una fortuna ajena.

La abundancia de perlas grandes y preciosas se convirtió en la primera fuente de riqueza de América para España. Relata el cumanés Ramón Tulio Badaracco «escritor, poeta y cronista oficial de Cumaná» que los «señores de canoa», explotadores y negociantes que navegaron hasta el nuevo mundo, pescaban tantas perlas que el alijo lo sacaban en carretas. Siglos han transcurrido desde entonces. El paso del tiempo desdibujó los pesares de una época de saqueo, colonización y resistencia indígena, para conformar una civilización donde arte, cultura, gastronomía y turismo son emblemas que enaltecen la idiosincrasia del cumanés.

El cronista Marco Tulio Badaracco resume el mejor legado de indios y españoles al pueblo cumanés, recordando que esta tierra vio nacer a ilustres venezolanos como el Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre , el ilustre poeta Andrés Eloy Blanco y Cristóbal de Quesada considerado el primer latinista de América. También es cumanés el poeta Luis Beltrán Mago que recibió el premio de la Academia Nacional de la Lengua Española, y el músico Joaquín Silva Díaz, considerado en Europa el Albéniz (compositor y pianista español) americano, entre tantos más.

«¿Seguirá siendo tan limpio el cielo de Cumaná que podría ver a Dios?»

Escritor y Poeta Juan Miguel Alarcón

Asegura el cronista que arepas, bollitos, casabe y cachapas se descubrieron en Cumaná, y recuerda que Ramón David León «autor de la letra del himno del estado Sucre» editó «Geografía Gastronomía de Venezuela», el primer libro de cocina impreso en el país. Recomienda el «corocoro boquita colorá» como el mejor pescado de la región, el ron carupanero como la bebida espirituosa por excelencia, y quesillo de piña, miel de coco, bienmesabe de guanábana, bocadillos de arroz, turrón de coco y lechosa, melcocha y suspiros, además del típico «papo e´ vieja» que es una torta negra de plátano maduro, como los mejores manjares del mundo hechos en Cumaná.

Para coronar, en épocas decembrina, leche e´ burra y hallacas es la principal oferta gastronómica del cumanés, que recibe a visitantes y turistas para rendirle tributo a sus antepasados durante las tradicionales y reconocidas Noches de Antaño, evento que se realiza en el Centro Histórico de la ciudad cada mes de noviembre cuando la primogénita del continente celebra años de su fundación.